*Atender, convivir y escuchar a las personas con alguna enfermedad terminal en el seno del hogar, con los suyos y su quehacer cotidiano en el camino hacia su muerte, es una extraordinaria y enriquecedora experiencia de aprendizaje.
Acabo de releer el libro de la Dra. Kübler Ross llamado “Vivir hasta Despedirnos”, que escribió con la colaboración del fotógrafo, Mal Worshaw, en el que queda claro que su labor sigue siendo ejemplo por su adelanto en los conceptos de la Bioética y sobre sus enseñanzas a través de la experiencia de convivir y atender a personas moribundas o en fase terminal.
El libro se basa en la presentación fotográfica de diversos momentos y las emociones por las que transita un enfermo en su entorno familiar antes de morir, como ella dice, el simbolismo de las imágenes son elocuentes.
Se observa la parte externa del ser como el reflejo de sus miedos, angustias y alegrías interiores al encontrarse a sí mismos ante la proximidad de su muerte.
En el libro se muestran gráficas de cuatro personas enfermas de cáncer y sus últimos momentos personales y familiares, que muestran en los rostros, además de sus preocupaciones, el amor y la paz cuando por fin logran liberarse del temor a morir, aceptándose como trascendentes y logran entonces vivir sus últimos días o semanas en armonía consigo mismos y su entorno, cerrando los círculos necesarios al estar en paz en sus vidas.
Kübler Ross abrió ese campo hace más de 40 años y ahora seguimos deficientes en cuanto a la atención integral y plena de esas personas destinadas a morir en un tiempo relativamente corto, sin opción curativa.
Atender, convivir y escuchar a estas personas en el seno del hogar con los suyos y su quehacer cotidiano en el camino hacia su muerte, es una extraordinaria y enriquecedora experiencia de aprendizaje, dice Ross.
Ello nos hace reflexionar sobre nuestros propios miedos ante la muerte; por experiencia personal, puedo decir que estar al lado del moribundo hasta su último suspiro vital, vuelve más sensible a quienes nos hemos dedicado al manejo final de esos enfermos, la gratitud manifiesta en sus palabras y la paz al encontrar su camino trascendental no tiene precio ni comparación, es algo que marca una huella por parte de todos y cada uno de ellos y de uno mismo.
En los tiempos de ese libro, la autora señalaba que cerca de un 75 por ciento de los enfermos seguían muriendo en las instituciones, lo que no está muy alejado de nuestra realidad actual, ya sea por el temor de la familia a la llegada del final en casa o por la esperanza de “una mejor atención” que le propicien en el hospital.
En el caso de los pacientes con enfermedad terminal y en su fase final siempre será más tranquilizador para él estar en su casa con los suyos y sus cosas que le son familiares, en vez de un lugar desconocido, frio y aislado donde las visitas serán restringidas y las atenciones de salud solo sean de rutina para monitorear sus signos vitales o administrar medicamentos en el manejo del dolor.
Rara vez el médico o la enfermera se estarán junto a él o ella el tiempo necesario y suficiente para escuchar sus necesidades, pues por lo general “no se tiene tiempo” ni institucional ni privado, y así, perdemos la oportunidad de brindarle una atención personal humanística y digna evadiendo la responsabilidad de preguntar algo que el enfermo creemos que “ya sabe”, su muerte próxima.
Es tan fácil, sigue diciendo la Dra. Ross, la atención del enfermo terminal en casa.
Quitamos monitores y en su lugar colocamos flores o arreglos que le agraden a la persona, si acaso tener un tanque de oxígeno que todos puedan conocer su funcionamiento logrando así más interrelación entre la atención familiar.
Asimismo, un adecuado manejo del dolor oral o transcutáneo, arreglar la sala de la casa como la recamara principal, donde pueda verse al exterior, sentir los olores a café o sopa al fuego atender a las personas que acudan y el enfermo pueda saludar por un instante, en fin, es permitirle estar en su casa hasta el final manteniéndole activo y valioso, y no recluirlo en un cuarto y aislarlo de su entorno.
Llegará el tiempo en el que el enfermo terminal ya no sea atraído por los alimentos menos los sólidos o ver servida la comida en platos con cantidades comunes, más bien apetecerá pequeñas porciones, quizás varias veces al día o ninguna, solo algo líquido lo cual implica afectividad, comprensión y atención de su solicitud real o implícita ante sus posibilidades.
Así, para quienes quisieran conocer sobre los últimos momentos de un enfermo y sus apoyos reales de intervención mínima, recomiendo el libro descrito y podamos ser capaces de contemplar a la muerte desde una reflexión interior más serena, procurando para el enfermo y su familia, aceptar y tener una muerte digna plena de calidad humana.
Gracias.
Libros de su autoría:
-Guía Emergente de Apoyo para Personas en Duelo, disponible en librería Católica y Fonpal.
-Más Allá del Horizonte, cuando un hijo muere. Disponible en Ibukku.com y Amazon.com
Hermosillo, Sonora, México
Tel.: +52 1 662 217 3771