*Es una actividad que es tendencia en redes sociales, pero solo lo pueden hacer algunos y con seguimiento de profesionales
*El ayuno es mejor hacerlo en la noche porque es un proceso más natural para los seres humanos por ser una especie diurna
Todos los seres humanos han hecho y siguen haciendo ayunos, porque en algún momento hay que dejar de comer. Incluso todas las noches se hace y se debería hacer mínimo 8 horas, que son las horas que los seres humanos deberían dormir y en las que el cuerpo procesa los alimentos del día y no consume nada hasta la mañana.
Pero el ayuno intermitente es algo más, hay una añadidura: es dejar de comer durante tiempos prolongados y determinados y casi siempre se hace con la intención de perder calorías para bajar de peso, porque el cuerpo deja de recibir alimento durante unas horas o incluso días, dependiendo de lo extremo del ayuno.
“Algunos ayunos se definen por las horas que una persona deja de comer. Están los breves que son entre 6 a 36 horas desde la última comida sin ingerir alimentos y ayunos prolongados que van más allá de las 36 horas”, dice Luis Miguel Becerra, nutricionista clínico pediátrico de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali.
El ayuno es mejor hacerlo en la noche porque es un proceso más natural para los seres humanos por ser una especie diurna. “La ciencia explica que es bueno sincronizar el ayuno con el reloj biológico.
La cronobiología demuestra que estamos diseñados para alimentarnos durante la mañana y disminuir la cantidad de lo que comemos hacia el final del día”, explica el nutricionista Andrés Zapata.
El ayuno intermitente es una práctica que se ha estudiado y que según el nutricionista Luis Miguel Becerra, surgió hacia la década de los 40.
Pero las prácticas de ayuno son más antiguas. Si bien es una tendencia por el auge de los estilos de vida saludables y el deseo de las personas de adelgazar, no es una actividad nueva sino que se remonta a religiones que datan de hace siglos atrás.
Sus inicios en la religión
Registros bíblicos del cristianismo cuentan que Jesús ayunó y pidió a los feligreses que ayunaran como una manera de aprender a desprenderse de las cosas de este mundo. Él mismo se dirigió a un desierto conducido por el espíritu de Dios y dejó de comer a pesar de que varias veces el diablo lo tentara. No cayó en tentación y ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches, pero luego sintió hambre.
Esa no es la única referencia religiosa: en la fe islámica existe la celebración del Radamán, un mes en el que los seguidores del Corán ayunan. El segmento histórico de la National Geographic explica que este ayuno entre la salida y la puesta del sol es obligatorio para todos los musulmanes, “excepto para las personas enfermas, embarazadas, de viaje, ancianas o con la menstruación”, y luego en las noches comen el iftar, la comida que se comparte con la familia para romper el ayuno de aproximadamente 14 horas que hacen en honor a Dios.
¿Y ahora qué con el ayuno?
Pero en la actualidad no solo es cuestión de fe o devoción por un dios sino por la ciencia. Sí, se ha demostrado científicamente que el ayuno beneficia la salud al ser una práctica que con el paso del tiempo se ha estructurado haciendo que surjan nuevos conceptos.
Según Maximiliano Kammerer, nutricionista dietista y docente de la Universidad CES, los ayunos más conocidos son los de la ingesta de tiempo restringido como por ejemplo el 16:8 (es el que mejores resultados ha arrojado), que significa dejar de comer por 16 horas seguidas y luego 8 horas en las que la persona se permite ingerir alimentos.
También están los que son de 20:4 (20 horas sin comer y 4 en las que sí) y uno de los más extremos es el 24:1, también conocido como la dieta Omad (One meal a day o Una comida al día en español).
Están otros tipos de ayunos que son los alternos en los que las personas dejan de comer días completos y otros en los que comen todo el día. El más común, dice Maximiliano, es el 5:2 (5 días comiendo y 2 días sin comer) y no tienen que ser días seguidos, pueden ser alternados.
El otro tipo de ayuno es el ayuno del día alterno que son un día de ayuno y un día de consumo de alimento. Y está el ayuno del día alterno modificado: en los días de ayuno sí se come, pero poco, y de esto el cuerpo consume el 15 o 20% para las necesidades calóricas del día y el desarrollo de actividades.
Hay otros que se hacen por las cargas calóricas y son llamados parciales, en los que las personas no dejan de ingerir bedidas o consumen menos de las calorías que debe ingerir de la tasa metabólica basal (la cantidad precisa que requiere el cuerpo para sobrevivir ejecutando las funciones básicas).
Y así como el ayuno religioso, existen distintos conceptos de ayuno, que se hacen por distintas circunstancias.
Se puede hablar sobre el terapéutico que previene enfermedades como el alzheimer o el parkinson; el involuntario cuando ocurren catástrofes, guerras, naufragios o por falta de recursos económicos de ciertas poblaciones vulnerables y el ayuno diagnóstico, antes de hacerse exámenes médicos para prevenir que los nutrientes de la comida en la sangre altere los resultados.
El ayuno intermitente puede traer muchos beneficios para la salud. Algunos de ellos se centran en la prevención de enfermedades cardiovasculares que son la primera causa de muerte en el mundo como el colesterol alto y algunas afectaciones en el corazón.
“El ayuno baja los niveles de colesterol total, los triglicéridos, los niveles de azúcar en la sangre, mejora capacidades cognitivas, la concentración y el enfoque en las tareas”, dice Andrés Zapata.
Pero sin duda, esto no lo pueden hacer todas las personas por decisión propia y deben estar bajo acompañamiento médico para prevenir problemas en la salud.
No es para todos
Los especialistas coinciden en la premisa de que el ayuno intermitente no es para todos y que las personas que lo hacen deben tener unas condiciones médicas especiales.
Pueden ser personas con enfermedades de base como la obesidad, sobrepeso, prediabetes, diabetes o enfermedades cardiovasculares como el colesterol o los triglicéridos altos, que son grasas que afectan el sistema corporal y que al hacer el ayuno, disminuyen.
Pero hay otros que no pueden hacerlo. “Hay personas que no deben ayunar como los que tienen bajo peso, personas con antecedentes de trastornos alimentarios porque podrían recaer, personas con problemas de fertilidad que estén buscando un hijo, mujeres gestantes o lactantes, niños y adolescentes menores de 17 años y adultos mayores de 60 años, porque se incrementa la pérdida de masa muscular”, precisa el nutricionista dietista Maximiliano Kammerer.
Con un ayuno intermitente sin ejercicio, se podría perder alrededor del 50 por ciento de masa muscular y con el fortalecimiento de la actividad física, alrededor del 20 por ciento.
El nutricionista Andrés Zapata hace énfasis en los deportistas de alto rendimiento, que no pueden hacer ayunos intermitentes porque requieren de otras exigencias en las que necesitan calorías y nutrientes para llevar a cabo sus exigencias físicas.
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