Venía de paso, por la misma carretera que transitaban cientos de personas en sus vehículos y con un objetivo similar: llegar a su destino. Sin embargo, lluvias torrenciales cubrieron la cinta de asfalto y les obligaron a detener su camino, pero esas mismas aguas también llenaron ríos y arroyos que invadieron las calles de la ciudad e inundaron casas, escuelas y comercios y generaron casos.
Arrasaron con todo, ensuciaron todo, destruyeron todo… aquello se convirtió en una laguna de lodo y tristeza.
Cuando pudo continuar su marcha decidió parar. Regresar y recorrer con la cámara de su teléfono celular y su pequeño micrófono, los albergues donde se atendía a las familias damnificadas por aquella inundación.
A su nivel, sentado en el suelo como ellos, de rodillas para poder escucharles, para poder atenderles, grabó y nos compartió las voces del miedo, de la desesperación, de la incertidumbre, del dolor de haberlo perdido todo, a pesar de conservar la vida.
Movía sus manos para espantar a los insectos como todos en ese sitio y limpiaba el sudor de su rostro al tiempo que seguía preguntando: ¿Cómo se siente? ¿Qué necesitan? ¿Cómo podemos ayudar? Y así, la voz de estas personas se hizo más fuerte y se escuchó más lejos y más veces hasta llegar a más personas.
Y el primer esfuerzo de aquel hombre se multiplicó y se convirtió en cientos de esfuerzos unidos, con un mismo fin.
Esta es una historia, como muchas otras, que nos sirven clarito para explicar y entender el concepto de SOLIDARIDAD.
Este 31 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Solidaridad y, como es costumbre, el llamado es a la reflexión, pero yo aprovecho también para aplaudir y agradecer la vida y las actitudes de quienes se convierten en un ejemplo palpable de este valor.
Personas como este periodista sonorense -que no digo su nombre porque se apena, pero muchos lo conocen como muy cafecero y proveniente de El Quiriego, Sonora- o un popular y simpático empresario que tiene su oficina en la playa o en un yate, y que está orgulloso de sus raíces y siempre apoya a su gente, que van más allá de su actividad profesional y se instalan en su compromiso social, además de contar las historias, nos mueven a cambiar esas historias y darles finales más dignos.
Encontré esta frase que dice: “solo en la medida en que todos nos ayudemos y trabajemos por una causa común, que proporcione el mayor bienestar a todos, en esa misma medida viviremos en un mundo mucho más pacífico, enriquecedor y próspero para cada nación, pueblo o individuo”.
Y es la cita perfecta para conceptualizar la actitud de estos “influencers” y de todas aquellas personas, familias, empresas y asociaciones civiles que se solidarizan con los damnificados, los pobres, los hambrientos, los desprotegidos, con las minorías, los pueblos originarios, con quienes sufren, con quienes batallan.
Como sabemos, a los “influencers” se les mide por el número de seguidores, por su procedencia o de acuerdo a su contenido. Ahora estamos ante una nueva categoría de “influencers” que con la fuerza de sus valores morales, su educación y sus experiencias nos tocan el corazón y entonces sus palabras nos invitan, pero sus acciones nos arrastran a la acción.
A ustedes y a todos los bienhechores, mi reconocimiento, me pongo de pie para aplaudirles y para ir a hacer mi donativo o mi obra del día.
Abrazo Fano Campoy y Ariel Gaspar Ozuna, conocido como El Viejón de San Carlos.
Hermosillo, Sonora, México
Tel.: +52 1 662 217 3771
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