*Hay aproximadamente diez mil papilas gustativas en la boca, aunque su número disminuye eventualmente con la edad
*Gracias a la lengua podemos hablar, masticar, tragar y saborear las cosas
La lengua es uno de los órganos más sorprendentes y curiosos del cuerpo humano, ya que gracias a ella podemos realizar diferentes actividades como hablar, masticar, tragar y saborear las cosas.
Asimismo, también es un órgano muy sensible pues al consumir ciertos alimentos calientes, ácidos o picantes las personas experimentan ciertas alteraciones o reacciones en ella, como irritación, dolor y sensaciones de ardor.
Es muy importante identificar el origen de los síntomas de alteraciones en la lengua y en caso de que la causa sea un alimento irritante, se debe eliminar o disminuir su consumo, señaló el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD).
De lo contrario, refirió, podría tratarse de una alergia, infección o enfermedad que debe tratarse médicamente.
“Al probar cosas con la lengua, experimentamos la gran capacidad del gusto que nos permite disfrutar y diferenciar a los alimentos, sin embargo, la lengua es más versátil que eso, es también sensible a la temperatura y a la presión”, mencionó.
También tiene la capacidad de detectar diversas sustancias químicas que imitan a estas dos sensaciones y que se encuentran en una gran cantidad de alimentos; este último grupo de sensaciones es llamado quimioestesis.
Existen otras sensaciones como refrescante -de frío- o umami -de atributos deliciosos- que proporcionan una contribución importante a la percepción del sabor en los alimentos.
Además de estas, también existe la sensación picante, que es muy común en la comida mexicana y oriental. Esta última sensación tiene una característica “quemante” y es difícil de separar de las producidas por los efectos de irritación química general y por los efectos lacrimógenos.
Hay alimentos picantes como el chile, que es uno de los principales ingredientes en platillos mexicanos y otros como la pimienta negra, jengibre, mostaza, rábano, cebolla, ajo o especies aromáticas como el clavo y la canela, que se añaden a los alimentos para aumentar su apetecibilidad y aceptación.
Dentro de las sustancias responsables de estas sensaciones picantes se encuentra la capsaicina, molécula que le da a los chiles su gusto particular. Lo mismo sucede con la piperina de la pimienta negra y el isotiocianato de alilo de la mostaza y los rábanos.
Dichos alimentos se sienten picantes porque se unen a receptores sobre células que se activan promoviendo una reacción resultante en la elevación de la temperatura en la zona de contacto.
De igual forma, alimentos con sabor ácido envían “mensajes de dolor” a la lengua, presumiblemente para advertirnos de que no es una buena idea consumirlos.
Sin embargo, es importante mencionar que la capsaicina y otros alimentos picantes no te dañarán la lengua; de hecho, podrás notar que, después de comer mucha comida picante, el ardor ya no te afectará tanto, pues los receptores finalmente dejan de dar una respuesta tan fuerte al compuesto.
El fenómeno se llama desensibilización a la capsaicina y es algo que ha tenido interés científico sugiriendo que dicho compuesto puede aliviar el dolor.
La eficacia de llevar varios líquidos a la boca para aliviar el picor de un alimento depende, en cierto grado, de su sabor. El líquido más eficaz deberá tener un sabor dulce como agua mineral o agua con gas, o bien agrio como jugo de algún cítrico y deberá estar a una temperatura fría que puede dar una sensación de efecto refrescante.
¿Cómo percibimos los sabores?
La lengua está cubierta de papilas o botones gustativos de tamaño microscópico que constan de células quimiorreceptoras.
Hay aproximadamente diez mil papilas gustativas en la boca, aunque su número disminuye eventualmente con la edad y hay también algunos receptores del gusto esparcidos en otras partes de la boca, como el paladar.
Estas papilas gustativas permiten detectar los gustos básicos o primarios: ácido, dulce, salado y amargo, pero adicional a estos se han incluido también el umami, el metálico y el astringente, cuya percepción se localiza en determinadas zonas de la lengua.
Dichos estímulos –sabores- se relacionan directamente con la concentración de determinada sustancia presente en los alimentos que consumimos
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