Vivimos en una sociedad en la que, poco a poco, se va tomando conciencia de lo importante que es proteger el patrimonio que con tanto esfuerzo vamos generando día con día.
Actualmente es impensable comprar un carro de agencia sin que de por medio venga una póliza de seguro de cobertura amplia, aunque realmente quien se está protegiendo es quien nos habilitó el crédito del automóvil. Sin embargo, eso nos deja un hábito que, una vez liquidada la deuda, continúa y, ahora sí, protegemos lo que por fin ya es totalmente nuestro.
En los 12 años que tengo en esta profesión, he asesorado familias que se dan cuenta que su seguro de casa, adquirida a la inmobiliaria a través de un crédito hipotecario, protege únicamente al dueño de la hipoteca y no protege nuestros muebles o nuestra economía, y entonces contratan su seguro complementario, protegiendo así su patrimonio y su responsabilidad civil para con sus vecinos.
Y qué decir de nuestros teléfonos celulares, que los protegemos contra alguna caída al agua, ruptura o robo. Sin embargo, la conciencia no ha llegado a que instintivamente protejamos lo más importante. Tenemos una gallina que pone huevos de oro y protegemos a los huevos de oro, en lugar de a la gallina.
En efecto, aunque cada vez vemos más personas (pre)ocupadas en proteger a su familia o a su empresa en caso de que el proveedor económico llegue a faltar, aún veo familias anteponiendo las vacaciones, la quinceañera, la remodelación de la casa, a la protección, por poner tan solo unos ejemplos de las prioridades que me presentan al platicar sobre este tema.
Y es que, en muchos de los casos, uno considera que el patrimonio que se ha construido llámese bienes raíces, llámese empresa, es lo que protege a la familia.
Hay que considerar que dichos bienes tienen un costo de transferencia. Es decir, para poder hacer líquidos dichos bienes u obtener un beneficio económico real, primero debemos pasarlos a nombre de los herederos, con los costos que esto implica.
Para poder tomar posesión de la empresa y dirigirla, la familia deberá estar no solo capacitada, sino también contar con la liquidez inmediata para hacer frente a las obligaciones laborales, mercantiles y hacendarias que no esperan.
Por otro lado, también hay que considerar que, a veces, lo peor que nos puede pasar en una enfermedad o accidente no es morir, sino vivir pero con una incapacidad total y permanente que no sólo nos impide continuar con la generación económica que sostiene a nuestra familia, nuestra empresa o tan sólo a nosotros mismos, sino que ahora nos convierte en un costo adicional que cubrir en tiempo y dinero, sin saber cómo podremos enfrentarlo.
Un seguro de vida e incapacidad nos da la tranquilidad de saber que una parte del futuro ya es cierto, nuestro patrimonio está protegido. Por eso los invito a recapacitar: si tenemos una gallina que pone huevos de oro, protejamos a la gallina y estaremos protegiendo el oro.
Hermosillo, Sonora, México
Tel.: +52 1 662 217 3771
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