Sin duda uno de los momentos difíciles es cuando en la vida debemos despedirnos temporalmente de nuestros seres queridos, separarnos brevemente cuando van a la escuela, al hacer un viaje, ni qué decir a los padres cuando los hijos se casan, pero no hay ninguna comparable con aquella que ocasiona el dolor de su pérdida, el enfrentarse a su muerte.
Situación extremadamente difícil se presenta cuando una enfermedad terminal amenaza la vida y lo es tanto para el enfermo como para su familia, queriendo eludir la sensación de angustia y miedo a perder a la persona amada, y aparentar que “no pasa nada”, cuando en realidad se vive en una inquietante angustia de cómo y cuándo llegará el final.
En Tanatología dos de los objetivos prioritarios son: a) lograr que el paciente terminal llegue a su fin con tranquilidad interior y en paz y b) que los sobrevivientes desarrollen un duelo lo más adecuado posible.
Para el primero, es necesario que el enfermo conozca cuál es su enfermedad, proceso, pronóstico y esperanza real de curarse o no.
Y se basa en el derecho humano y ético de saber la verdad y conocer a que se enfrenta; de esto dependerán sus sentimientos, etapas y planes prioritarios y necesidades a cubrir antes de su final.
Cerrar sus ciclos afectivos, despedir y despedirse o quizás sentirse perdonado por algo que considere inadecuado de su vida, otorgarlo y descansar al fin de situaciones emocionales crónicas.
Prometer el compromiso de ser cuidado hasta el final evitando que sufra de dolor, fomentar la comunicación con la familia y su fe religiosa-espiritual íntima ofreciendo los rituales de la misma serán pilares para considerar un final emocional en paz.
En los sobrevivientes, éstos podrán reaccionar de diferentes maneras ya que el dolor y el apego es una vivencia personal y según haya sido su desempeño en los últimos tiempos de atención ante el enfermo, su percepción de haber cumplido cabalmente.
De aquí se deriva que puedan presentarse duelos con culpa o disfuncional que requieran tratamiento especial o duelos normales no complicados que permitan una sana reestructuración a la vida.
Este es la más difícil y triste de todas las despedidas, pero debemos hacer hincapié de que la relación no se termina, se transforma y ahora el vínculo pasa a ser espiritual, por lo vivido y las experiencias compartidas.
La fe religiosa de la resurrección y la promesa de una vida eterna en el más allá, pueden brindar en el enfermo una esperanza y serenidad para emprender el camino y en el sobreviviente la fe del reencuentro futuro.
Libros de su autoría:
-Guía Emergente de Apoyo para Personas en Duelo, disponible en librería Católica y Fonpal.
-Más Allá del Horizonte, cuando un hijo muere. Disponible en Ibukku.com y Amazon.com
Hermosillo, Sonora, México
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